Clásicos: GATA FIERA

Por Daniele Rocchi

60, 120 y 50 metros, las impresionantes cataratas de Gata Fiera; foto: Jean Paul Dinarte

Esta es una ruta de canyoning como Dios manda: una grieta profunda y con una verticalidad impresionante; flujo de agua altamente variable que puede pasar de tímido a letal en un abrir y cerrar de ojos. 

Recién formado nuestro equipo, a finales de 2016, la parte baja de Quebrada Gata (la que terminariamos bautizando “Gata Fiera”) inspiraba en nosotros tanto un fuerte atractivo como un tremendo respeto (por no decir temor).

Habiendo identificado el gran desnivel en los mapas topográficos y sospechando que encontraríamos un hermoso cañón, descendimos al río desde el puente y comenzamos a seguir la corriente. Inicialmente, nada parecía particularmente asombroso: un río lindo, sin duda, de agua celeste, pero este cruzaba el bosque plácidamente y sus márgenes eran abiertas a los costados. Fue hasta haber caminado como una hora, desescalando por pequeñas cataratas y lanzandonos por toboganes naturales, que comenzamos a observar que se formaban paredes de roca verticales a los lados del río, e ingresamos a un pequeño “cajón”.

Nadando por pasadizos inundados, poco después llegamos a “la ventana”: la cabecera de una gran catarata de 60 metros que vierte desde el angosto cajón. Asomados desde nuestro punto elevado, con una fuerte brisa soplando, podíamos ver un profundo cañón de paredes verticales serpentear delante de nosotros, con catarata tras catarata, el rojizo Río Toro en la distancia.

Scott asomandose a La Ventana; foto: Victor Carvajal

Fue impactante estar ahí por primera vez y ver la magnitud de lo que nos esperaba: un cañon que por sus características morfológicas seguía inexplorado, esperando ser conocido por medio de las técnicas de canyoning. 

Ese dia no nos atrevimos a bajar y tirar de la cuerda: a quedar encerrados dentro del cañón sin posibilidad de salir más que completar la ruta; y de hecho tuvimos que hacer varios intentos más (dejando cuerdas de escape fijas, para poder devolvernos si las cosas no salían bien) antes de que lográramos conquistarla.

En uno esos intentos, luego de rappelear la catarata de 60 metros desde La Ventana, avanzamos por el cañón hasta llegar arriba de una enorme catarata de 120 metros. Nuestra cuerda (de 90 metros) no daba para llegar hasta abajo, por lo tanto teníamos que realizar este descenso en segmentos, construyendo un anclaje a media catarata, recuperando la cuerda desde ahí para volver a lanzar. 

Desde arriba, vimos que un rappel por el chorro de la catarata nos permitiría llegar hasta una pequeña repisa, donde parecía posible instalar ese anclaje intermedio.

Iniciando descenso por el agua en catarata de 120 metros; foto: Victor Carvajal

Iniciando descenso por el agua en catarata de 120 metros; foto: Victor Carvajal

Me ofrecí de voluntario para ir de primero. Descendí detrás del chorro de la catarata hasta un punto donde la línea inevitablemente cruzaba por el agua. Me detuve un momento para observar la situación y determine’ que el agua no estaba tan concentrada y que era factible cruzar el velo sin mucho riesgo. 

Lo que no podía observar desde mi posición era la forma en que el agua se concentraba inmediatamente después de cruzar el chorro. Cuando salí al otro lado de ese velo de agua me encontré con que toda el agua se había canalizado en un espacio estrecho, y que la fuerza de esta se había multiplicado exponencialmente: era ahora imposible mantenerse de pie con los pies en el agua, y si caía en ese punto el agua me hubiera ahogado o disparado hasta más allá del final de la cuerda, resultando en una muerte segura. 

Logre’ mantener mis pies a los costados del canal, hasta impulsarme a la famosa repisa, la cual resultó ser demasiado húmeda para crear una estación con facilidad, además de que crear una estación ahí’ hubiera significado exponer a todos los cañonistas que vendrian despues a un rappel sumamente arriesgado.

Devolverme no era una opción, ya que ascender por un caudal de esa magnitud hubiera sido imposible. Trate’ de usar mi silbato para alertar a mis compañeros, pero el estruendo de la catarata era tal que nunca lograron escucharme.

Detrás mío descendió Víctor, y la fuerza del caudal le hizo perder el equilibrio instantes después de cruzar la catarata. Por suerte desde mi posición pude jalar su cuerda hacia mi y pudo salir del chorro y llegar a la repisa. Victor andaba uno de los radios y lo usó para avisarle a los demás compañeros que no era seguro bajar, y que más bien necesitábamos que nos sacaran de ahí.

Johan (en aquel entonces integrante del grupo) movió la línea de rappel y subimos por la cuerda hasta ponernos a salvo. Perdimos mucho tiempo en salir y ese dia decidimos devolvernos con el rabo entre las patas.

Victor Rappeleando desde La Ventana; foto: Daniele Rocchi

Regresamos en otra ocasión, listos para descender la catarata de 120 metros más a la derecha, por la pared seca. Rappeleamos 50 metros y encontramos una pequeña repisa en la inmensa pared, el suelo todavía 70 metros debajo de nosotros. Sacamos el taladro para instalar un par de pequeños parabolts cuando nos dimos cuenta que el taladro no funcionaba. La batería estaba con carga completa, pero el gatillo no accionaba la función rotopercutora... 

De respaldo siempre andamos un buril de mano, el cual hay que golpear con un martillo para lentamente ir perforando la roca a pura fuerza de brazo, pero el basalto es una roca ígnea bien dura, y el progreso es lento. Mientras Víctor golpeaba con todas sus fuerzas tratando de perforar la piedra, grandes nubes negras cargadas de lluvia se acercaban y comenzó a lloviznar. En la parte alta del paredón hay una sección de pared con muchos bloques sueltos, y bajo un fuerte aguacero algunos de los bloques sin duda se desprenderían. De repente, el taladro se activa, mantengo el gatillo oprimido y se lo paso a Victor, cuidando de que en ningún momento lo soltemos, Victor empuja el taladro contra la pared y logra completar la perforación justo antes de que el aparato se apagara por siempre.

Una vez abajo de la mega catarata nos encontramos sobre las famosas cataratas de marsella. Anclamos nuestra cuerda a un enorme bloque de piedra y rappeleamos entre las multiples cataratas del lugar.

Salimos a la represa de Toro II poco después, habiendo logrado nuestra primera ruta realmente ambiciosa. Era el 12 de Febrero del 2017. A esta le seguirían muchas rutas más, pero Gata Fiera sigue guardando un lugar especial en nuestra memoria, y sigue siendo sin duda una de nuestras rutas favoritas. Todos los que han tenido la posibilidad de recorrerla desde entonces han quedado impresionados y enamorados por la belleza increíble de este lugar, que se ha convertido en uno de los cañones clásicos de Costa Rica.

Cambio de cuerda en mini-repisa; foto: Victor Carvajal

Eyleen y Victor arriba de las Cataratas de Marsella; foto: Jean Paul Dinarte

Abajo de las Cataratas de Marsella, ruta completada; foto: Victor Carvajal