EXPLORACIÓN DEL RÍO GORRIÓN - PARTE 1

PARTE 1

LA APERTURA

Por Víctor Carvajal

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Son las 5:42 P.M., el sol se está ocultando más rápido que nunca en Bajos del Toro (o eso nos parece), el término “relativo” nunca había tenido más sentido. 

Scott y yo apresuramos la instalación del anclaje. ¡Necesitamos descender antes de que la noche se nos venga encima! Estamos en lo alto de una catarata que parece ser de unos 60m de altura y no tenemos el equipo adecuado para continuar la exploración de noche. Solo tenemos 2 luces para 4 personas. No tenemos comida, ni agua, ni ropa seca, ni equipo de camping para pasar una noche en esta montaña. 

El frío se me metió hace horas hasta el hueso. Estoy temblando mientras saco del bulto los parabolts que vamos a instalar en la roca. Me comienzan a doler cada vez más las palabras que dije en la mañana:  “Muchachos, no voy a llevar el traje grande, es mucho peso, de fijo salimos a almorzar. Voy a llevar el [traje] de 3mm”.  

Scott saca el martillo, la llave y el taladro del bulto. Después de colgar todos los equipos en el arnés me pide los parabolts. Se los entrego y acto seguido sigo soplando aire caliente entre mis dedos.

Ya casi no queda luz. Yo soy uno de los que no lleva foco de cabeza y ahora también me arrepiento por querer ahorrarme esos 100 gramos de peso extra.

Scott acaba de darse cuenta que no le colocamos la broca al taladro. Me indica dónde buscarla pero no la encuentro. Sigo buscando sin suerte. No es momento de perder la broca ¡Nuestra vida depende de este anclaje!

¡No podemos pasar las noche en esta montaña y menos en la piedra donde estamos!

¡Apenas entran dos personas sin mojarse!

Scott decide buscar la broca él mismo. Yo busco en mi mochila también, aunque ya sé que no está ahí. ¡Solo un milagro divino la haría aparecer en mi bulto! Empiezo a temer lo peor. Comienzo a ver que opciones tenemos mientras Scott sigue revisando hasta el último zipper de la mochila. 

¡Mae no está, NO TENEMOS LA BROCA! Y aquellas palabras se sintieron más frías que el agua de cualquier río en el que hubiera estado antes.

¡Era una sentencia!, un trago demasiado amargo para poderlo procesar. ¡La moral se nos vino abajo! 

Scott comenzó a buscar una salida como lo haría una rata en el fondo de un balde. Alguna saliente de piedra donde montar un anclaje de fortuna, alguna rama… algún milagro. Mientras tanto yo gritaba con todo lo que me quedaba de voz ¡ALLAN NO BAJE! ¡MAE NO BAJE! ¡PERDIMOS LA BROCA! 

El plan acordado con Allan, que se encontraba 20 metros más arriba y desde donde nosotros descendimos al sitio de nuestro actual sufrimiento, era que él bajaría de último cuando le diéramos la señal. Al escuchar mis gritos, él entendió que tenía que bajar.

Si Allan bajaba todo estaría perdido. ¡Sería el corte de orejas! 

Al menos en este punto, si la cuerda por la que bajamos seguía ahí, podríamos con lo último de nuestras fuerzas, remontarla y llegar donde se encontraba Allan. No era cosa fácil, ni el sitio de arriba era precisamente un camping, pero al menos ahí podríamos pasar la noche lejos del peligro del agua.

Nos costó muchos gritos y tiempo explicarle lo que pasaba. Le pedimos que por favor buscara la broca en su bulto. Pasaron 2 minutos eternos, mientras tanto nosotros 3 ahí abajo esperábamos la respuesta. 

¡No está en mi bulto! ¡Yo no la tengo! … y el eco de esas palabras resonaron en la paredes del cañón como el mazo de un juez que ratificaba la sentencia.

¡Habíamos subestimado a Gorrión y ahora pagaríamos las consecuencias!

El Regreso de La Bestia

Por Daniele Rocchi

Scott en la base de la Vuelta del Cañón, mientras Rocchi rappelea. Foto: Allan Brenes

Para la Semana Santa del 2017 decidimos emprender nuestra primera ruta multidía. No teníamos siquiera un año de haber formado Toros Canyoning y aunque ya habíamos logrado aperturar grandes rutas como Gata Fiera y Mordor, no teníamos experiencia en lo que sería acarrear tanto peso dentro del cañón como para hacer bivouac varios días, ni tampoco estimar bien cuánto lograríamos avanzar cada día de marcha.

 Inicialmente, en nuestra ingenuidad de novatos, teníamos pensado recorrer el cañón del Rio Ángel en su totalidad, desde la Laguna Botos hasta la ruta 126: 12Km de cañón que probablemente habría resultado en nuestra muerte.

 Pues con una buena dosis de pasión e incauto positivismo emprendimos hacer nuestro sueño realidad. Ocupábamos grandes mochilas de canyoning para transportar muchísimo peso y cuerdas largas y livianas. Me puse en contacto con la marca Imlay Canyon Gear explicándoles nuestra visión y solicitando un apoyo para poderla hacer realidad. Por suerte respondieron positivamente y pocas semanas después Scott se trajo de Estados Unidos una montaña de equipo: maletines flotantes, cuerdas, sacas y más.

Los Toros de aquel entonces con la generosa donación de Imlay Canyon Gear

Teníamos todo listo, pero ya que la vida es como la escalera de un gallinero (corta y llena de mierda) el Volcán Poás, después de décadas de calma, comenzaba a dar señales de estar despertando. Las autoridades cerraron y evacuaron el parque, y no solo eso, los guardaparques patrullaban nuestra ruta de acceso planeada tratando de evitar que turistas subieran ilegalmente al cráter en un periodo cuando el coloso estaba dando señales de vida.

Llegada Semana Santa teníamos que tomar una decisión: ¿procedíamos con el plan de recorrer el cañón del Ángel? ¿Aún sabiendo que nuestra ruta estaba comprometida y que el OVSICORI decía que una erupción era inminente?

 Es muy fácil ahora en retrospectiva decir que debimos de haber cancelado todo, pero en aquel entonces también era fácil pensar: “bueno, el OVSICORI dice muchas cosas que luego no pasan”. Además, es difícil explicar la presión que se siente cuándo se ha pasado un año soñando y hablando de un proyecto y pidiendo apoyos y patrocinios para hacerlo realidad. Había personas que creyeron en nuestro proyecto, nos habían apoyado; ¿no podíamos echarnos atrás ahora, solo por la amenaza de una erupción que probablemente no ocurriría, cierto?

 Bueno, al final optamos no entrar al Río Ángel: el riesgo de que nos pillaran los guardaparques y confiscaran todo el equipo recién donado por Imlay Canyon Gear nos aterrorizaba. Pero teníamos que sustituir el proyecto con otro de una magnitud similar, que ameritara el uso de todo este equipo para sobrevivir en el cañón varios días. Optamos por el Río Anonos.

 Para aquellos que no conocen el Río Anonos, es un afluente del Río Toro cuya naciente se ubica cerca del cráter del Volcán Poas. Recorre un barranco bien profundo con paredes casi verticales de 400 metros de profundidad hasta llegar a una gran catarata de aproximadamente 70 metros conocida como La Vuelta del Cañón, donde el barranco se abre y el río cruza el pequeño pueblo de Bajos del Toro. Habíamos soñado con este cañón desde haber visto el increíble video de Jean Paul Dinarte, quien voló un drone a lo largo del barranco, filmando una serie de cataratas que ningún ser humano había jamás logrado alcanzar. Aquí está el video que puso a volar nuestra imaginación, por si lo quieren ver:

Pues el Martes 11 de Abril del 2017, Victor Carvajal, Scott Trescott, Johan Aguilar Vargas y yo (Daniele Rocchi) equipados con cuerdas, taladros, martillos, hamacas, toldos, comida, neoprenos y demás, con la ayuda de 4 sherpas locales que nos ayudaron a jalar ese montón de peso hasta casi el cráter del Volcán, subimos por un sendero menos transitado (que no estaba en la mira de los guardaparques) y alcanzamos la boca del cañón. Dormimos una primera noche en el bosque, ansiosos de empezar nuestro recorrido el día siguiente.

Scott Trescott, Johan Aguilar y Daniele Rocchi a la par de nuestra fogata previo al ingreso al cañón. Foto: Victor Carvajal

Al amanecer ingresamos al río: en ese punto, un mero yurro de agua rodeado de maleza. Durante todo el día avanzamos, realizando unos cuantos rappeles, bajando nuestros pesadísimos maletines (35Kg) como si fueran integrantes adicionales de nuestro team. Después de un largo día, cansados pero satisfechos, montamos campamento a la par de una catarata, planeando seguir nuestro recorrido el día siguiente.

Hicimos una fogata, contamos chistes, cocinamos y comimos, para finalmente acurrucarnos en nuestro bivouac. Al ser aproximadamente las 7pm, escucho la voz de Johan gritar las ahora famosas palabras: “¡Mae Rocchi! ¡Está lloviendo sal!”

 Medio ruleado en mi bivouac, pero captando el sentido de urgencia y el miedo en su voz solo pensé: “¿qué es esa mierda tan bíblica?” y me asomé con mi lampara de cabeza. El paisaje estaba cubierto de blanco, como si estuviera nevando.

Resulta que el OVSICORI no estaba tan detrás del palo. Esa noche y la mañana siguiente, el Volcán Poás experimentó sus dos mayores erupciones en casi un siglo, lanzando una pluma de vapor, gases y ceniza que alcanzó los 4Kms de elevación, lanzando grandes bloques de piedra que impactaron el mirador y más allá. La ceniza cayó en el río, convirtiendo las cristalinas aguas (nuestra única fuente de agua potable) en un lodo grisáceo y acídico. La enorme nube de gas convirtió nuestro pronóstico de full sol en una tormenta permanente con lluvia ácida y el aire se volvió acre y pesado para nuestros pulmones.

 Si ven esta foto de aquí abajo, fue en el corazón de esta linda nube donde nos vimos atrapados, sin otra opción más que la de seguir avanzando. Un viaje soñado se convirtió en una pesadilla, y los 4 días que siguieron fueron un intento desesperado por sobrevivir. No paró de llover casi nunca, las noches eran frías y miserables y dormir era casi imposible, el temor de una cabeza de agua o peor aún, un lahar (un peligrosísimo deslizamiento de ceniza y lodo volcánico), era constante.

¡Que lindo clima para hacer canyoning! Foto: Scott Rovak

Con cada día que pasaba teníamos menos fuerza, comenzábamos a pensar menos claro y a cometer más errores. El último día perdimos parte de nuestra comida y nuestro equipo, tuvimos que cortar una cuerda que se quedó pegada, y en general estábamos sumamente desmoralizados. Fue también ese cuarto y último día que llegamos a la parte más profunda del cañón, donde las paredes se vuelven completamente verticales y donde encontramos una maravillosa garganta esculpida y una gran sala circular de agua profunda que apodamos “la lavadora”. Era un lugar realmente increíble, pero dadas las circunstancias, era difícil disfrutarlo: solo pensábamos salir con vida. No tomamos ni fotos ni videos.

Finalmente, ese último día, el Sábado 15 de Abril, alcanzamos la catarata La Vuelta del Cañón y logramos salir del barranco, alcanzando el pueblo de Bajos del Toro alrededor de las 9 de la noche.

 La historia completa y detallada de ese recorrido la dejaremos para otro momento (pronto), pero basta de decir que nuestra exploración del Río Anonos fue realmente una Odisea, una bestialidad, y por eso bautizamos la ruta “La Bestia”.

Tal vez debido al fenómeno de la retrospección idílica los últimos 4 años he venido pensando en regresar a La Bestia, para volver a recorrer esos pasajes esculpidos del último día y volver a lanzarnos a “la lavadora” y volver a descender la maravillosa catarata La Vuelta del Cañón. Pero la bestialidad de volver a emprender 5 pesadísimos días de expedición (1 de acercamiento y 4 en el cañón) solo para volver a recorrer ese segmento era un disuasivo para mis ganas. ¿Tenía que haber una forma de acceder a ese segmento de La Bestia sin hacer toda la ruta completa, cierto? ¿Algo más sencillo?

 Pues sí… y no…

 Hace un tiempo en google earth y en las hojas topográficos identifique’ lo que parecía un tributario seco (o estacionario) del Anonos, más corto (pero más vertical) y que inicia en “La Peña de Chepe” (Cerro San Isidro) y se une a “La Bestia” justo antes del segmento que nos interesaba. En mi cabeza, le puse a esta ruta “La Bestia Corta”.

La línea roja era mi plan para interceptar La Bestia. Como suele suceder, se ve más fácil desde atrás de la pantalla de la compu, sentado y con café en mano.

Lo había hablado con Scott y con Víctor, a quienes les había parecido interesante, pero siendo veteranos del viaje original y posiblemente sufriendo algo de Síndrome de Estrés Postraumático igual que yo, su interés era algo apagado. Un día hablando caca le mencione’ la idea a Allan Brenes, quien no habiendo parido con la expedición original se entusiasmó todo: “MAAEEEEE, YO QUIERO CONOCER EL CAÑÓN DEL ANONOS! HAGAMOSLO, PORFAVOR!”

Esa ingenuidad y positivismo fue justo el carbón que necesitaba para poner esta expedición en el mapa: íbamos a recorrer La Bestia Corta y regresar a las entrañas del Anonos.

 Lo que pronto descubriríamos es que no existe Bestia Corta: eso es una quimera. La Bestia es la Bestia, por donde quiere que se le entre.

 Hicimos un par de giras previas de inspección y a la tercera emprendimos el descenso sin vuelta atrás.

Scott mira hacia el corazón de La Bestia desde “la peña de Chepe”, poco antes de iniciar nuestro recorrido. Foto: Allan Brenes

Parte 1: El Descenso al Barranco

Scott armando en el empinado descenso. Si uno comienza a rodar en este punto, se detiene 250 metros más abajo. Foto: Allan Brenes

El descenso hacia el barranco consiste en 250 metros verticales por unos zacatales empinadísimos. Hay partes se pueden desescalar pero otras requieren rappel, dado que no hay árboles, solo zacate y vegetación enana. Nuestra esperanza era encontrar piedras empotradas donde poder crear anclajes con el taladro. Inicialmente, encontramos varias piedras de buena calidad, y avanzamos a buen ritmo recuperando cuerda, pero a mitad descenso las rocas comenzaron a escasear, y tuvimos que hacer unas desescaladas medio jaladas del pelo que le fruncirían el esfínter a cualquiera. En los últimos cien metros terminamos haciendo anclaje natural alrededor de unos arbustos y después de una larga jornada alcanzamos el fondo del barranco al ser alrededor de las 3:30 p.m.

 El tributario era angosto, oscuro, con un flujo de agua constante, y extremadamente rectilíneo, como el cañón de un fusil. Aquí les presentamos la Garganta de Satanás:

Nos colocamos los wetsuits Vade Retro (cortesía de nuestros patrocinadores PETZL y Uhuru Outdoors, quienes también nos proporcionan los parabolts de acero inox para esta y demás rutas de Toros) y arneses y estábamos listos para ingresar al agua. Eran ya las 4pm, nos quedaba muy poca luz de día, pero no podíamos ver ningún lugar para montar campamento, así que nos tocó seguir avanzando...

Y avanzamos… Por horas, montando rappel tras rappel en la oscuridad de la noche, a la mera luz de nuestras lámparas de cabeza. La garganta no parecía acabar y algunos rappeles eran bien difíciles, y Allan tuvo que navegarlos en una oscuridad casi absoluta ya que su lámpara de cabeza estaba fallando. Agotamos la primera batería del taladro, pero por suerte andábamos una segunda (y de fallar esa, un buril de mano). Finalmente, Scott y su ojo atento reconocieron que habíamos alcanzado la unión con el río Anonos. Eran alrededor de las 9pm, pero aún seguíamos en un tramo estrecho de río con agua fluyendo y sin sitios aptos para acampar, así que seguimos avanzando…

Como a las 10pm identificamos una pequeña mancha de vegetación al borde del cauce con unos arbustos donde tal vez se podían montar dos hamacas. Unos cien metros más abajo dos arbolillos ofrecían espacio para otra. Scott y Allan montaron sus hamacas en la primera mancha y yo me fui a montar la mía río abajo. Ya para las 11pm cada uno tenía su campamento montado y estaba alistando comida. Para la medianoche estábamos metidos en nuestros capullos.

Parte 2 – El Corazón de La Bestia

Scott mira el inicio de los estrechos del Río Anonos desde la cabecera de un rappel. Foto: Daniele Rocchi

A las 5am desperté después de una noche bastante fría. Suelo ser el que se despierta primero, y queriendo darles a mis compañeros un mayor rato de descanso después de un día tan pichazeado, permanecí en mi hamaca hasta las 6am, hora en la que me levanté, preparé mi desayuno, y recogí campamento. El día amanecía gris y húmedo, lo cual me preocupaba un poco. Eran las 7am, pero aún no veía señal alguna de Scott y Allan (recuerden, ellos estaban acampando unos 100 o 150 metros río arriba).

“Ellos llevan cocina de gas, seguro tuvieron que filtrar agua y hervirla para preparar su comida; van a necesitar un poco más de tiempo. Voy a esperar, de aquí a las ocho tienen que aparecer listos para arrancar” Pensé.

 A las 8 am, nada… Me puse el wetsuit y arnés y me devolví caminando hasta el campamento de ellos y… seguían ruleando…

 Después de una breve polémica, tomé el taladro y me fui a armar el primer rappel del día mientras ellos desarmaban campamento y comían algo frío a la carrera. Analizando el primer rappel, existía la posibilidad de armarlo en una minicaverna donde el chorro de agua caía directo a una poza profunda. Hubiera sido un rappel muy tuanis, pero en aras de conservar batería del taladro y protegerlo de llevar más humedad decidí no sacarlo de sus bolsas impermeables y más bien opté por anclar natural a un árbol a la izquierda del cauce, donde estaríamos menos expuestos al agua. En un lugar tan inhóspito y de difícil acceso el taladro es nuestra línea de vida, nos permite crear anclajes en caso de que no hubiera opciones naturales. Quedarse sin taladro y tener que recurrir al buril de mano sería casi una tragedia, y limitaría muchísimo nuestra capacidad de avance.

 Como a las 9am llegaron Scott y Allan ya listo para avanzar. Y así transcurrió la mañana, con un leve estrés por arrancar tan tarde, algo de preocupación por el clima que no lucía favorable, y procurando armar natural para evitar exponer el taladro a un accidente.

Allan salta en las entrañas de la Bestia. Foto: Daniele Rocchi

Llegamos a la parte donde el río Anonos se convierte en una hermosa garganta de paredes verticales, y encontramos un primer rappel. Había opciones naturales en el sitio, pero Scott insistió que para este descenso valía la pena usar el taladro.

Por suerte insistió en usarlo, dado que cuándo lo sacó de la doble bolsa impermeable, el pobre rotopercutor Bosch estaba empapado, literalmente nadando en agua. Miramos la escena horrorizados, y Scott sintió que era mi culpa por haber cerrado mal las bolsas impermeables. Otra sesión de polémica más tarde (donde tal vez intercambiamos un par de madreadas) y al final terminamos con un abrazo reconciliatorio. Si la situación se pone ruda, hay que mantenerse unidos como equipo, no estar peleando. Ni modo, había que seguir avanzando.

Scott rapeleando estilo Toros, por el puro chorro. Foto: Daniele Rocchi

Para maximizar la posibilidad de que el taladro se salvara, decidimos no usarlo más si era posible, así que nos pusimos creativos en encontrar opciones de anclaje natural. Extrañamente, estando ya en el río Anonos, deberíamos de haber estado encontrando los anclajes armados hace 4 años en media erupción volcánica, pero en rappel tras rappel no encontrábamos NADA; era cómo si nuestra odisea hubiese sido alucinación. En aquellos días de antaño, previo al patrocinio de PETZL, debido al costo, usábamos anclajes de no muy buena calidad: ¿Será que se oxidaron a tal punto que se pulverizaron? ¿Será que en este rappel no pusimos? ¿Será que una crecida se los llevó? ¿Será que hay musgo creciéndoles encima? Era un poco extraño y preocupante.

Finalmente llegamos arriba de La Lavadora y aparecieron un par de los antiguos anclajes: oxidados y golpeados, con un tramo de cordino super hecho mierda ahí aguantando aún, con la coraza pelada en grandes tramos y el alma expuesta. Me sentí identificado con los anclajes y a la vez agradecido con ellos, también feliz de encontrar una evidencia de nuestro antiguo recorrido. No había donde anclar natural así que nos colgamos de los parabolts oxidados y deteriorados y dijimos una pequeña oración mental a San Romedio. Además de las precauciones espirituales, también optamos por descender las mochilas con una cuerda para nosotros poder rappelear ligeros.

El sol finalmente salió a brillar, y nuestro estado de animo se alivianaba con la luz solar y con el saber no encontrarnos lejos de la salida. Almorzamos ligero y seguimos progresando por los estrechos del Anonos, hasta que finalmente nos encontramos arriba de La Vuelta del Cañón. Desde abajo no se ve la catarata completa, solo una parte. En realidad, es bastante alta e impresionante, casi 80 metros de caída de agua, con dos chorros interceptándose mutuamente a mitad caída.

Nuestra idea era rappelear directamente por el chorro de agua del Anonos, pero dado que no había anclajes naturales y que no queríamos usar el taladro, regresamos a nuestro antiguo anclaje de hace 4 años a la derecha de la catarata, el cuál encontramos intacto. Bajaron Scott, Allan y finalmente yo, interceptando el agua por un último chapuzón en esa maravillosa catarata. Abajo celebramos la alegría que se siente estar vivos y soñamos con una deliciosa comida caliente de la soda durante la larga caminata hasta el centro del pueblo.

¿Lecciones aprendidas? Lo dije antes: no existe Bestia corta. La Bestia es la Bestia, por donde sea que se le mire, y el que quiera regresar ahí, mis respetos: es una buena pichaseada. De mi parte, creo que dos veces en La Bestia fue suficiente. Adiós Anonos!

En Tierra de Gigantes: Exploración del Cañón del Río Barroso

Por Scott Trescott

La catarata de 140 metros puede observarse desde muy lejos y es un icono de la zona de Marsella de Venecia y de Bajos del Toro. Foto: Jean Paul Dinarte

La catarata de 140 metros puede observarse desde muy lejos y es un icono de la zona de Marsella de Venecia y de Bajos del Toro. Foto: Jean Paul Dinarte

Imagínese estar colgando de una cuerda ultra delgada, los pies suspendidos en el aire a 100 metros sobre un cañón oscuro y misterioso; un cañón hasta el momento completamente inexplorado. A su derecha está la cascada de Barroso, una catarata gigante que se desploma 140 metros en un rugido ensordecedor. Ningún miembro del Grupo Toros Canyoning les negará haber sentido cierto nivel de miedo al estar colgando en ese exacto lugar. La clase de miedo que te hace sentir intensamente vivo. 

En mi caso, al estar ahí, también experimenté un ligero deja vu: casi cuatro años atrás, un equipo de montañeros de San Carlos llamado Unidad Ecos habían colgado de estas mismas paredes de piedra. Pero ahora, era el momento para que los Toros terminaran el trabajo.

La Catarata del Río Barroso es una de las joyas de la corona del Parque de Aguas Juan Castro Blanco. La cuenca del Río Barroso inicia en el mero corazón del parque, unos 6 km río arriba en la antigua fila de Volcán Viejo. En la mayoría de su recorrido, el río desciende por un valle amplio y abierto. Sin embargo, menos de un kilómetro antes de encontrarse con el Río Toro, el Barroso cae a un profundo cañón, que debido a las características absolutamente verticales de su geomorfología, permanencia hasta el momento inexplorado por el ser humano.

El primer “empuje” para revelar los secretos del cañón de Barroso se dieron en el 2016, cuándo miembros de Unidad Ecos, incluyendo Jorge Hidalgo, yo (Scott Trescott), Eduardo Blanco, Rosario Jara, Isaac Naranjo y muchos otros emprendieron un gran esfuerzo que involucró tres expediciones por montaña. Luego de transportar pesadas cuerdas de rescate y una gran cantidad de equipo vertical por la selva, la unidad montó una base de operaciones 100 metros río arriba de la cabecera. Desde ahí coordinaron la labor de acercarse a la catarata, usar árboles como anclas y rapelar por dos cuerdas en simultáneo hasta alcanzar el borde del cañón, más de 100 metros abajo.

Unidad Ecos, 23-24 de Abril del 2016. De izquierda a derecha: Scott Trescott, Jorge Hidalgo Rojas, Isaac Naranjo, Rosario Jara Arce, Eduardo Blanco, Erik Araya y Andres Salas Sanchez.

Unidad Ecos, 23-24 de Abril del 2016. De izquierda a derecha: Scott Trescott, Jorge Hidalgo Rojas, Isaac Naranjo, Rosario Jara Arce, Eduardo Blanco, Erik Araya y Andres Salas Sanchez.

De pie en ese borde, no pude evitar sentirme asombrado por la inmensidad del cañón que me rodeaba. Mientras tanto, la catarata caía a mi lado hasta estrellarse con fuerza en las rocas unos 30-40 metros más abajo. De repente, una ráfaga de viento desplazó el chorro de la catarata, dirigiendola con fuerza explosiva sobre mí. Fue como sufrir la ducha más intensa de mi vida. En ese momento yo estaba solo, empapado de pies a cabeza y ligeramente aterrorizado. Este lugar era mucho más extremo de lo que había imaginado y sentí un fuerte deseo de “salir soplado” de ahí. Luego de treinta minutos ascendiendo por la cuerda, me encontraba de vuelta en compañía de mis compañeros los Ecos. La misión como nos la habíamos propuesto se había cumplido: habíamos logrado mirar dentro del abismo; sin embargo aún quedaba la incógnita de poner pie dentro del barranco y recorrerlo hasta su salida por otra catarata río abajo, en un sector conocido como “la cueva”. Ahí es donde años después entrarían en juego los Toros...

En Toros tenemos la meta de aperturar nuevas rutas de canyoning y publicarlas en nuestro sitio web, para que estas sean de acceso a todo público. Barroso se planteaba como un nuevo y gran reto para nosotros: Los Ecos nos habían abierto el acceso hasta la catarata de Barroso y los turistas visitan frecuentemente la ya famosa catarata de “la cueva”, con su maravilloso arco natural en la roca.  Es el tramo de cañón intermedio que seguía siendo un misterio y el cual creíamos poder aperturar. Han pasado muchos años y se ha hecho mucho trabajo para que esta exploración pudiera hacerse realidad.

Unimos fuerzas con la Asociación de Desarrollo Marsella de Venecia en Julio de 2019 para restablecer acceso a la ruta de los ECOS. Junto con un grupo muy sólido de montañeros que incluía Aletto, Frank y Alonso hicimos trillo hasta el Río Barroso, cruzando muchas filas y quebradas en nuestro recorrido. Ni siquiera un ejército de tábanos y un bosque que a veces parecía hecho completamente de espinas lograron detenernos. Esta fue’ la primera fase de nuestro plan.

Toros y los voluntarios de Asociación Marsella: (de la izquierda, en sentido de las manecillas del reloj) Francisco Molina Rojas, Recaredo Cerdas, Allan Brenes, Scott Trescott, Alexandro “Aletto” Mora Rodriguez, Adrian Rojas Rojas, Fabricio Rojas Ro…

Toros y los voluntarios de Asociación Marsella: (de la izquierda, en sentido de las manecillas del reloj) Francisco Molina Rojas, Recaredo Cerdas, Allan Brenes, Scott Trescott, Alexandro “Aletto” Mora Rodriguez, Adrian Rojas Rojas, Fabricio Rojas Rojas, Jean Carlo Mejias Jimenez y Alonso Sanchez Guerrero

En Diciembre del 2019 un nuevo equipo internacional compuesto por Felix (Australia), Fernando (México), Recaredo (Costa Rica), y por parte de Toros Daniele Rocchi (Italia/Irlanda) y yo (Estados Unidos) emprendimos el primer intento de apertura.  Realizamos un primer rappel de 20 metros para alcanzar la cabecera de la catarata gigante y nos asomamos a la maravillosa ventana arriba de Barroso.

La vista ahí es como para dejar a cualquiera boquiabierto. Desde nuestra perspectiva la catarata se asemejaba a una de esas piscinas infinitas, donde el agua se mezcla con el cielo creando el efecto de un horizonte sin fin. El agua parecía desvanecerse conforme caía por el borde. En la lejanía podíamos vislumbrar el gigantesco Cañón del Río Toro Amarillo. Frente a nosotros, en las paredes del lado opuesto del barranco, podíamos ver la gigantesca catarata Latas con sus impresionantes  210 metros de altura. El paisaje era algo surreal y hubiera sido fácil perder ahí horas apreciando su majestuosidad. Pero teníamos una trabajo por delante...

Desde la cabecera de la Gran Catarata, la vista hacia Quebrata Latas es impresionante. Foto: Scott Trescott

Desde la cabecera de la Gran Catarata, la vista hacia Quebrata Latas es impresionante. Foto: Scott Trescott

Con su martillo rotopercutor, Rocchi instaló un pasamanos recuperable mientras que Félix le brindaba el respaldo de una línea de belay.  Era un trabajo delicado, ya que el pasamanos tenía que correr justo al borde de un enorme precipicio. Finalizado el pasamanos, Rocchi inspeccionó la roca para ubicar el sitio perfecto donde colocar los anclajes necesarios para instalar el rappel más largo. El sitio escogido resultó ser ideal debido a la calidad de la piedra y que de ahí la cuerda colgaba libremente 100 metros sin un solo punto de roce. Baje’ de primero a la par del impresionante caudal de la cascada, hasta aterrizar en una gigantesca repisa llena de las sombrillas de pobre más grandes que he visto en mi vida. 

Rocchi instalando la estación colgante para el rappel de 100 metros hasta la repisa gigante.

El ruido era ensordecedor, y todo el paisaje era gigantesco, ciclópeo, como algo sacado de la película Avatar. Desde la repisa podía observar más de cerca las entrañas del cañón. Faltaba otro rappel de unos 40 metros para poner pie en el barranco, y a la distancia, entre el fuerte viento y la bruma, podía vislumbrar un reto que ocuparía otro pasamanos (un proceso lento y complejo). Era tarde, hubiera sido una locura ingresar a esa hora. Luego de ascender 100 metros de cuerda, abortamos la exploración.

El 5 de Enero del 2020 los Toros regresamos con un nuevo equipo:  Rocchi y Yo junto con un tercer Toro, Allan Brenes, el espeleólogo y barranquista Sebastian Vallejo y, último pero no menos importante, el altísimo Español con voz de Barítono, Pablo Ruiz de Llanza, alias Kama Yonga (“Patas Largas”). Del otro lado del cañón del Río Toro, cerca de Quebrada Latas, a un kilometro de distancia, tomaría posición el mago del drone: Jean Paul Dinarte, de Discovering Waterfalls CR. Ese día, el Instituto Metereológico Nacional había emitido una alerta por fuertes vientos, condición que dificultaría muchisimo el vuelo de un drone, pero si alguien podía lograrlo, teníamos plena confianza en que sería Jean Paul.

El día arrancó lluvioso, pero para cuando estábamos nuevamente al borde de la gran catarata el sol brillaba en lo alto y el cielo se vislumbraba azul hasta el infinito.   El equipo se notaba lleno de optimismo: podíamos sentir en nuestra sangre que este sería el día en que íbamos a completar la ruta, y todo arrancó con el mega rappel!  

Iba a ser un descenso de 100 metros colgantes por una delgada cuerda Imlay nueva de 8,3 mm, recién salida de su empaque: una cuerda muy rápida y que hay que manejar con cuidado; nuestros esfínteres estaban bien apretados. A Allan (quien los Toros llamamos “The Mountain” debido a su mole) le tocaba descender de segundo. Cuando llegó su turno, su peso combinado con el de su enorme mochila fueron demasiado para su descendedor (el cual tenía puesto en máxima fricción!) y ni siquiera el nudo valdostano de respaldo pudo con el! El rappel rápidamente se convirtió en un descenso fuera de control. Rocchi se encontraba ya abajo, listo para hacer de belay. Cuando vió que Allan venía bajando a una velocidad vertiginosa, jaló duro la cuerda y logró frenar a Allan hasta que de nuevo estuvo en control de su rappel. Un buen inyecte de adrenalina para arrancar el día!

Una imagen del rappel colgante de 100 metros. Foto: Scott Trescott

Una imagen del rappel colgante de 100 metros. Foto: Scott Trescott

Durante el rappel colgante de 100 metros, el viento en ocasiones desplazaba el agua de la catarata hacia el equipo, y era como rappelar dentro de una tormenta. Foto: Scott Trescott

Durante el rappel colgante de 100 metros, el viento en ocasiones desplazaba el agua de la catarata hacia el equipo, y era como rappelar dentro de una tormenta. Foto: Scott Trescott

Aterrizando en la repisa. Apenas hemos bajado 100 metros, faltan 40 más y el viento del caudal ya es cosa seria. Foto: Daniele Rocchi

Aterrizando en la repisa. Apenas hemos bajado 100 metros, faltan 40 más y el viento del caudal ya es cosa seria. Foto: Daniele Rocchi

Poco después estábamos todos sobre la gran repisa cubierta de “sombrillas de pobre”. Identificamos una gran roca e instalamos anclaje para descender otros 40 metros hasta caer al anhelado barranco, un lugar realmente de otro planeta!

El equipo de exploración en la repisa. Desde la izquierda, en el sentido de las manecillas del reloj: Scott Trescott, Pablo Ruiz de Llanza, Allan Brenes, Sebastian Vallejo y Daniele Rocchi

El equipo de exploración en la repisa. Desde la izquierda, en el sentido de las manecillas del reloj: Scott Trescott, Pablo Ruiz de Llanza, Allan Brenes, Sebastian Vallejo y Daniele Rocchi

Mientras tanto, Jean Paul no nos defraudaba. Franqueó los fuertes vientos y captó unas espectaculares imagenes aereas de nuestro descenso a la repisa; imagenes que realemente ponen en perspectiva la magnitud de este cañón.

Vista aerea del cañón del Río Barroso. Foto: Jean Paul Dinarte

Vista aerea del cañón del Río Barroso. Foto: Jean Paul Dinarte

Logran ver los Toros en la repisa? Foto: Jean Paul Dinarte

Logran ver los Toros en la repisa? Foto: Jean Paul Dinarte

Los Toros se alistan para descender el tramo final hacia el corazón del barranco. Foto: Jean Paul Dinarte

Los Toros se alistan para descender el tramo final hacia el corazón del barranco. Foto: Jean Paul Dinarte

Nos encontrábamos ahora en el corazón del Cañón de Barroso. Aquí, la gigantesca  catarata de 140 metros golpea el suelo con tal intensidad como para generar rafagas de viento y agua con la fuerza de un huracán. En segundos estábamos totalmente empapados, y así permaneceríamos durante el resto del recorrido, en la permanente sombra de las altísimas paredes; de no haber sido por la protección térmica de nuestros trajes de neopreno Vade Retro (cortesía de nuestros patrocinadores Grupo Eskalar/Petzl) hubiéramos entrado en hipotermia en pocos minutos.  Las gigantescas paredes a nuestro alrededor nos hacían ver como pequeñas hormiguitas. Habíamos ingresado a tierra de gigantes.

La enorme catarata genera vientos de 90 Km/h dentro del oscuro barranco.
Recuperando cuerda en el corazón del imponente cañón. Foto: Scott Trescott

Recuperando cuerda en el corazón del imponente cañón. Foto: Scott Trescott

Avanzando por el barranco. Foto: Sebastian Vallejo

Avanzando por el barranco. Foto: Sebastian Vallejo

Es difícil describir la sensación de estar en un barranco de esta magnitud y con esa clase de caudal, pero nada de lo que habíamos hecho en nuestra carrera como montañistas, espeleólogos y barranquistas nos había preparado para esto: cada paso era como avanzar por la superficie de un mundo maravilloso y hostil. Las paredes del cañón eran negras como el ébano, esculpidas en formas extrañas por un viento huracanado que nunca se detiene. La visibilidad era bastante baja y teníamos que comunicarnos a gritos debido al estruendo.

Allan rellenando agua. La catarata que se ve al fondo es apenas un pequeño afluente que cae 40 metros desde la repisa. La catarata grande está atrás fuera de vista y aún así su viento y bruma se proyectan a lo largo del cañón.

Allan rellenando agua. La catarata que se ve al fondo es apenas un pequeño afluente que cae 40 metros desde la repisa. La catarata grande está atrás fuera de vista y aún así su viento y bruma se proyectan a lo largo del cañón.

Luego de un sencillo destrepe y salto para esquivar una pequeña pero caudalosa catarata, el profundo cañón nos guió hasta la cascada final, donde podíamos observar el arco de piedra.  Habiendo estudiado este obstáculo desde abajo en una gira anterior, sabíamos que sería necesario instalar un pasamanos para poder rappelar la catarata con seguirdad y evitar el fuerte rebufo que se crea en su base. Pablo hizo palanca de su imponente estatura e instaló ese pasamanos en un dos por tres.

Pablo instala el pasamanos y estación de rappel para la última catarata.

Fui’ el primero en unirme a Pablo al otro extremo del pasamanos. Venia apenas recuperandome de un ataque bastante fuerte de bronquitis y había dormido pesimo la noche anterior, y un momento de descuido hizo que me resbalara y di con la cara contra uno de los anclajes. Sentí el calor de la sangre bajar por mi rostro, justo sobre mi ojo izquierdo. Por suerte el frío hizo que el sangrado se detuviera a los pocos minutos y pude completar el rappel.

Scott sufre una cortada en la frente justo antes del rappel final. Foto: Daniele Rocchi

Scott sufre una cortada en la frente justo antes del rappel final. Foto: Daniele Rocchi

Logré salir nadando del rebufo que me jalaba hacia el chorro de la catarata, y me alisté para ayudar a sacar a los siguientes compañeros de la peligrosa corriente. Rocchi vino de segundo y se posicionó para filmar la acción con su GoPro. Sebastián era el siguiente en fila y descendió con una mochila muy pesada y mucha cuerda; tuvo dificultad para quitarse la mochila de los hombros y la corriente comenzó a jalarlo hacia abajo de la catarata.  Me lancé a ayudar a Sebas: lo agarré y comencé a nadar con toda mi fuerza, pero no era suficiente! Rocchi vió que estábamos en problemas, así que tiró la cámara, encontró un pequeño agarre en la piedra y nos tendió una mano. Afuera todos!

El fántastico último rappel desciende a “la cueva” que muchos turistas aventureros conocen. Foto: Daniel Rocchi

El fántastico último rappel desciende a “la cueva” que muchos turistas aventureros conocen. Foto: Daniel Rocchi

Todos terminaron llegando abajo con seguridad. Nos abrazamos en círculo, con grandes sonrisas por todo lo que acabamos de ver y vivir.  Gritamos y bailamos en un puro jolgorio!  

Y el consenso del grupo fue absoluto: Barroso es un cañón sin rival en todo Costa Rica.

Clásicos: GATA FIERA

Por Daniele Rocchi

60, 120 y 50 metros, las impresionantes cataratas de Gata Fiera; foto: Jean Paul Dinarte

Esta es una ruta de canyoning como Dios manda: una grieta profunda y con una verticalidad impresionante; flujo de agua altamente variable que puede pasar de tímido a letal en un abrir y cerrar de ojos. 

Recién formado nuestro equipo, a finales de 2016, la parte baja de Quebrada Gata (la que terminariamos bautizando “Gata Fiera”) inspiraba en nosotros tanto un fuerte atractivo como un tremendo respeto (por no decir temor).

Habiendo identificado el gran desnivel en los mapas topográficos y sospechando que encontraríamos un hermoso cañón, descendimos al río desde el puente y comenzamos a seguir la corriente. Inicialmente, nada parecía particularmente asombroso: un río lindo, sin duda, de agua celeste, pero este cruzaba el bosque plácidamente y sus márgenes eran abiertas a los costados. Fue hasta haber caminado como una hora, desescalando por pequeñas cataratas y lanzandonos por toboganes naturales, que comenzamos a observar que se formaban paredes de roca verticales a los lados del río, e ingresamos a un pequeño “cajón”.

Nadando por pasadizos inundados, poco después llegamos a “la ventana”: la cabecera de una gran catarata de 60 metros que vierte desde el angosto cajón. Asomados desde nuestro punto elevado, con una fuerte brisa soplando, podíamos ver un profundo cañón de paredes verticales serpentear delante de nosotros, con catarata tras catarata, el rojizo Río Toro en la distancia.

Scott asomandose a La Ventana; foto: Victor Carvajal

Fue impactante estar ahí por primera vez y ver la magnitud de lo que nos esperaba: un cañon que por sus características morfológicas seguía inexplorado, esperando ser conocido por medio de las técnicas de canyoning. 

Ese dia no nos atrevimos a bajar y tirar de la cuerda: a quedar encerrados dentro del cañón sin posibilidad de salir más que completar la ruta; y de hecho tuvimos que hacer varios intentos más (dejando cuerdas de escape fijas, para poder devolvernos si las cosas no salían bien) antes de que lográramos conquistarla.

En uno esos intentos, luego de rappelear la catarata de 60 metros desde La Ventana, avanzamos por el cañón hasta llegar arriba de una enorme catarata de 120 metros. Nuestra cuerda (de 90 metros) no daba para llegar hasta abajo, por lo tanto teníamos que realizar este descenso en segmentos, construyendo un anclaje a media catarata, recuperando la cuerda desde ahí para volver a lanzar. 

Desde arriba, vimos que un rappel por el chorro de la catarata nos permitiría llegar hasta una pequeña repisa, donde parecía posible instalar ese anclaje intermedio.

Iniciando descenso por el agua en catarata de 120 metros; foto: Victor Carvajal

Iniciando descenso por el agua en catarata de 120 metros; foto: Victor Carvajal

Me ofrecí de voluntario para ir de primero. Descendí detrás del chorro de la catarata hasta un punto donde la línea inevitablemente cruzaba por el agua. Me detuve un momento para observar la situación y determine’ que el agua no estaba tan concentrada y que era factible cruzar el velo sin mucho riesgo. 

Lo que no podía observar desde mi posición era la forma en que el agua se concentraba inmediatamente después de cruzar el chorro. Cuando salí al otro lado de ese velo de agua me encontré con que toda el agua se había canalizado en un espacio estrecho, y que la fuerza de esta se había multiplicado exponencialmente: era ahora imposible mantenerse de pie con los pies en el agua, y si caía en ese punto el agua me hubiera ahogado o disparado hasta más allá del final de la cuerda, resultando en una muerte segura. 

Logre’ mantener mis pies a los costados del canal, hasta impulsarme a la famosa repisa, la cual resultó ser demasiado húmeda para crear una estación con facilidad, además de que crear una estación ahí’ hubiera significado exponer a todos los cañonistas que vendrian despues a un rappel sumamente arriesgado.

Devolverme no era una opción, ya que ascender por un caudal de esa magnitud hubiera sido imposible. Trate’ de usar mi silbato para alertar a mis compañeros, pero el estruendo de la catarata era tal que nunca lograron escucharme.

Detrás mío descendió Víctor, y la fuerza del caudal le hizo perder el equilibrio instantes después de cruzar la catarata. Por suerte desde mi posición pude jalar su cuerda hacia mi y pudo salir del chorro y llegar a la repisa. Victor andaba uno de los radios y lo usó para avisarle a los demás compañeros que no era seguro bajar, y que más bien necesitábamos que nos sacaran de ahí.

Johan (en aquel entonces integrante del grupo) movió la línea de rappel y subimos por la cuerda hasta ponernos a salvo. Perdimos mucho tiempo en salir y ese dia decidimos devolvernos con el rabo entre las patas.

Victor Rappeleando desde La Ventana; foto: Daniele Rocchi

Regresamos en otra ocasión, listos para descender la catarata de 120 metros más a la derecha, por la pared seca. Rappeleamos 50 metros y encontramos una pequeña repisa en la inmensa pared, el suelo todavía 70 metros debajo de nosotros. Sacamos el taladro para instalar un par de pequeños parabolts cuando nos dimos cuenta que el taladro no funcionaba. La batería estaba con carga completa, pero el gatillo no accionaba la función rotopercutora... 

De respaldo siempre andamos un buril de mano, el cual hay que golpear con un martillo para lentamente ir perforando la roca a pura fuerza de brazo, pero el basalto es una roca ígnea bien dura, y el progreso es lento. Mientras Víctor golpeaba con todas sus fuerzas tratando de perforar la piedra, grandes nubes negras cargadas de lluvia se acercaban y comenzó a lloviznar. En la parte alta del paredón hay una sección de pared con muchos bloques sueltos, y bajo un fuerte aguacero algunos de los bloques sin duda se desprenderían. De repente, el taladro se activa, mantengo el gatillo oprimido y se lo paso a Victor, cuidando de que en ningún momento lo soltemos, Victor empuja el taladro contra la pared y logra completar la perforación justo antes de que el aparato se apagara por siempre.

Una vez abajo de la mega catarata nos encontramos sobre las famosas cataratas de marsella. Anclamos nuestra cuerda a un enorme bloque de piedra y rappeleamos entre las multiples cataratas del lugar.

Salimos a la represa de Toro II poco después, habiendo logrado nuestra primera ruta realmente ambiciosa. Era el 12 de Febrero del 2017. A esta le seguirían muchas rutas más, pero Gata Fiera sigue guardando un lugar especial en nuestra memoria, y sigue siendo sin duda una de nuestras rutas favoritas. Todos los que han tenido la posibilidad de recorrerla desde entonces han quedado impresionados y enamorados por la belleza increíble de este lugar, que se ha convertido en uno de los cañones clásicos de Costa Rica.

Cambio de cuerda en mini-repisa; foto: Victor Carvajal

Eyleen y Victor arriba de las Cataratas de Marsella; foto: Jean Paul Dinarte

Abajo de las Cataratas de Marsella, ruta completada; foto: Victor Carvajal

Julio Mediatico

Prensa

Por Daniele Rocchi

En conjunto con el lanzamiento de nuestro sitio web, este Junio y Julio fueron meses llenos de entrevistas y giras con prensa, radio y televisión, culminando con un artículo muy completo sobre nuestro grupo por parte del periodista Alex Sánchez para Revista Dominical. Es tuanis que el proyecto esté recibiendo atención mediática ya que como lo hemos mencionado en varias ocasiones es algo que hacemos sin fines de lucro y a gran costo personal para nosotros (tanto a nivel económico como en inversión de tiempo). La idea no es creernos súper estrellas, ni jugar de que inventamos el barranquismo, ni que somos súper expertos, pero estamos publicando rutas y queremos que más gente comience a hacer canyoning, así que lograr alcance mediático es una gran satisfacción para nosotros.

Un agradecimiento especial a nuestros patrocinadores: PETZL, Uhuru Outdoors y el Grupo Eskalar, quienes en conjunto con Content Lab hicieron posible una gran parte de la logística necesaria para dar a conocer nuestro deporte, el cual esperamos seguir ver creciendo. 

Aqui abajo les dejamos links a varios de los artículos que han salido sobre el grupo.

La Republica: Conozca toboganes naturales y ciudad de cataratas en Bajos del Toro

La Nacion: Cazadores de Cañones

Los 40: ¿SABÍAS QUE EXISTE UN GRUPO DE PERSONAS QUE SE DEDICAN A DESCUBRIR LOS CAÑONES DE COSTA RICA?

La Republica: Sitio web ofrece manual para hacer cañonismo en recónditos paraísos costarricenses

La Teja: Cañones de Bajos del Toro podrian atraer a gente de todo el mundo

Columbia: Los Toros: Explorando las profundidades Costa Rica

Tia Zelmira: Los Toros: Explorando Los Cañones Secretos

The Outdoor Journal: Canyoneering in Costa Rica: The Wild First Descent of Gata Fiera Canyon

La Catedral

por Daniele Rocchi

4 días enteros de recorrido. Quien iba a pensar que la ruta más corta de nuestro repertorio (poco menos de 100 metros) nos tomaría la misma cantidad de tiempo que nuestra ruta más larga (los 7Km de La Bestia)?

Nuestro interés por el lugar despertó en el 2017, cuando en redes sociales comenzaron a circular fotos de una catarata pequeña que salía de una grieta maciza e impresionante. No nos quedaba claro si se trataba de un cañón o una caverna, pero se veía espectacular, y sabiamos que queriamos recorrer ese río.

Después de preguntar un poco por ahí, nos dimos cuenta que se trataba del Rio Azul, en las faldas del Volcán Rincón de la Vieja, y que la catarata en cuestión era administrada por el Hotel Blue River Resort. Nos pusimos en contacto con Mauricio, el administrador del hotel y una persona con gran amor por la naturaleza, y le explicamos nuestro proyecto. Cordialmente nos facilitó acceso al lugar, el cual se alcanza gracias a una sencilla caminata de unos 40 minutos desde la carretera principal.

Eso fue en Diciembre del 2017. Llegamos a la catarata desde abajo y nos dimos cuenta que el caudal era increíblemente fuerte, potencialmente letal. Subimos por un costado y amarramos la cuerda a un árbol: rappeleamos dentro del cañón solo para echar un vistazo; río arriba podíamos vislumbrar otras pequeñas cataratas dentro de una grieta sublime, de colores impresionantes.

Estábamos muy emocionados, el lugar era espectacular, pero el caudal nos intimidó, y antes de intentar un recorrido completo por una ruta SIN ESCAPES donde el agua lleva una fuerza absolutamente destructora, decidimos planear mejor y tratar de regresar cuando el caudal fuera más razonable.

Estudiamos los mapas topográficos y revisamos las imágenes satelitales y nos dimos cuenta que el cañón tenía tan solo unos cien metros de longitud. Se veia dificil si, pero era cortísimo, muy por debajo de nuestras rutas usuales, como no íbamos a poder lograrlo?

Scott realiza un rappel lateral de inspección

Pues regresamos una segunda vez: ingresando río arriba con balsas inflables y neumáticos, y nos dejamos llevar hasta que la corriente nos tenía delante del primer rappel a la grieta. De nuevo, el caudal era algo impresionante y rugía con el estruendo de un tren. Tocar el agua encordado sería muerte segura, y se hizo claro que el primer rappelcito (una cataratita de unos 5 metros de alto) requeriría de un pasamanos multipuntos colgante recuperable, algo que habíamos construido solo en un par de ocasiones y nunca en un cañón tan encerrado con un caudal de esa magnitud. Nuevamente, La Catedral nos intimido’, y nos fuimos con el rabo entre las patas.

Adelantemos el tiempo dos años... Desde ese entonces hemos recorrido la ruta de canyoning más larga del país (hasta el momento), la cual nos tomó cuatro días dentro del cañón para recorrer unos 7 Km. Descendimos muchas muchas rutas multipitch, incluyendo dos de las cataratas más grandes del país (Manantial de Aguas Vivas, en Bijagual de Tárcoles, y la gran Catarata Diamante, en Tumbas de Pérez Zeledón) y aperturamos la impresionante Gata Fiera. Nos sentíamos listos.

Fue así como este Abril pasado regresamos por tercera vez a La Catedral. Por seguridad, lanzamos una línea de escape (en otras palabras, una cuerda que nos permitiría escapar del cañón a mitad ruta si no lograbamos completar el recorrido), la cual Scott tambien utilizó para hacer fotos y videos desde un ángulo muy interesante. Mientras, los demás integrantes del equipo nos pusimos a trabajar en esos pasamanos.

Victor recuperando el primer pasamanos

Estar colgado constantemente, trabajando el taladro en una pared lisa con una ausencia casi total de agarres es sumamente difícil, y el trabajo fue cansadisimo. El primer dia avanzamos si acaso 15 metros, el segundo 20, y así sucesivamente. Teníamos un dicho: “el piso es lava”, porque’ en la mayor parte del recorrido hubiera sido un suicidio tocar el agua.

Rocchi instala el pasamanos largo mientras Scott se encarga de fotos y videos

Como a mitad camino encontramos un hidráulico monstruoso, burbujeante como una sopa, pura agua blanca sin dirección clara. Al estar el agua blanca llena de aire, es absolutamente imposible nadar en algo así’. Decidimos instalar un pasamanos multipuntos que pasara sobre ese hidráulico (el cual terminamos apodando “El caldo primordial”) y sobre la catarata que le seguía. Solo ese fue más de 20 metros de pasamanos colgante, para finalmente aterrizar en una gran poza sobre la última catarata de la catedral.

Allan arriba de la última catarata

Fueron 4 días de trabajo duro y peligroso para completar el recorrido más corto de nuestra historia, pero pudimos armar ruta de canyoning en una de las gargantas más hermosas de este país. Muy pronto estaremos publicando información detallada sobre la ruta.

Hasta la próxima!


Exploración Río Seco

Por Victor Hugo Carvajal Rivera

Quienes hayan circulado por el camino entre Bajos del Toro y Río Cuarto en un día de buen clima, de seguro habrán notado un cerro misterioso que se encuentra al este del camino, con una forma cónica y un corte gigante en el centro. Este es el famoso cerro Congo o Volcán Congo como otros le llaman.

En lo profundo de su cráter extinto nace el río Seco. Como su nombre lo indica, su cauce es prácticamente seco durante todo el año. Aunque, si se observa con cuidado su lecho, se verán gigantescas rocas que han sido movidas por la fuerza del agua durante eventos climáticos extremos.

Prácticamente la totalidad de los ríos que nacen en esta zona discurren hacia el conocido río Toro y suelen acabar en caídas impresionantes que superan los 100 metros. Los Toros habíamos realizado hace 2 años el primer descenso en la catarata de Pozo Azul, otro río cerco al Seco que acaba con una cascada de 155m de altura.

Ingresamos como en muchas rutas de Bajos del Toro por el puente que cruza el río Seco. Avanzamos por la ruta superando obstáculos y encontrando para nuestra sorpresa un poco de agua que volvía más llamativo el paisaje.

La ruta cuenta apenas con 3 cascadas. Las primeras dos son de algunos pocos metros y preparan apenas el escenario para el momento alto de la ruta cuando se encuentra con la caída final y la impresionante vista hacia el río Toro.

En total tardamos 6 horas desde el momento de entrada hasta la llegada de nuevo a los vehículos. Cuando se llega a la parte baja de la cascada final se está en el cauce del río Toro. Desde ahí subimos caminando río arriba unos 600m hasta encontrar otra de las grandes cascadadas de la zona llamada Pozo Azul. Esta catarata la habíamos explorado hace 2 años y conocíamos de una ruta de ascenso. En aquel momento era casi por montaña virgen, hoy ya existe un camino que los finqueros abrieron para permitir al turista llegar a la base de la catarata.

Se demoran unos 45 minutos en el sendero de ascenso y se acaba al final con la recompensa de una impresionante vista desde lo alto de Pozo Azul.

Río Seco es un ruta con poco rapeles pero el último de los 3 explorados es simplemente impresionante y ya por esto la ruta merece ser repetida.

Si desean revisar la ficha técnica y los detalles de esta ruta, pueden hacerlo aquí.

Aquí les compartimos un video y algunas fotos de la exploración de este particular cañón.